La ciudad que estamos perdiendo...



La sociedad limeña se ha acostumbrado a la desfachatez, a la desvergüenza, queremos vivir en una suerte de “Pepe el vivo” y hemos convertido a nuestra ciudad en una jaula de animales salvajes donde sobrevive el más putrefacto.

Lejos ha quedado la Lima de los 60' y 70', cuando los pobladores vestían sus mejores galas para pasear por el Jirón de la Unión donde actualmente las “buenas tardes” y el “cómo le va”, no son más que ecos de una cultura que se haya perdida. ¡¿Dónde quedaron los caballeros que le tendían el brazo a las damas para cruzar la pista?! Pues hoy, a diferencia de antaño, observamos a los jóvenes empujar a las ancianas que estorban su paso apresurado cuando el semáforo está en “rojo”. Escuchamos al microbusero decir “pie derecho” para poner en marcha la “combi” mientras uno esta subiendo a ella.

Tenemos que estar pendientes, ya no solo de las pistas, sino también, de las veredas ya que podemos pisar la cáscara de plátano que un irresponsable arrojó por la ventana del carro donde viajaba o que prefirió botar al suelo en lugar de a un tacho de basura.

En las calles de la maltratada Lima ya no se oyen los piropos que recibían nuestras abuelitas. Las mujeres de hoy caminan entre groserías, insultos, y nunca falta el atrevido que intenta o te “mete la mano” mientras sus amigos festejan tal acto en lugar de darle una reprimenda.

Y es que lamentablemente nos hemos acostumbrado a la mediocridad, nos es común ver a personas orinando en las calles, miramos sin reparo como el marido golpea a su mujer o como el asaltante -pirañita- aporrea al señor para arrancharle el reloj pulsera que viste. Y es que estamos tan sumergidos en esta ola de antivalores que somos indiferentes con lo que Lima nos muestra en sus calles, niños robando, gente siendo golpeada, personas heridas, y no hacemos nada por ayudar o cambiar esta realidad.

Pero a la hora de criticar nuestra vivencia diaria, los limeños evadimos responsabilidades culpando a los "serranitos" que invaden la capital cuando en provincia la gente es más amable, menos maliciosa, en las calles de la sierra no se presencian atracos a toda hora del día. Sin embargo gran parte de los culpables de tanto desorden son ajenos a la ciudad y es que... ¡será que Lima corrompe!... a través de sus lugareños que son los que pisotean la dignidad, los sueños y el orgullo de nuestros compatriotas solo porque son “serranos” o “selváticos” como si esos términos fueran insultos. ¡Hay!, y es que todavía arrastramos nuestro complejo de inferioridad porque en el Perú el racismo no existe señores. Somos nosotros tan culpables como ellos porque los marginamos, les cerramos las puertas y les enseñamos que en Lima solo “Pepe el vivo” permanece.

Tenemos muchas cosas en que pensar y muchas otras que arreglar y aunque tengamos el corazón curtido por todo lo que nos ha tocado vivir como país es hora de recapacitar pues no creo que esta sociedad llena de antivalores sea la que queremos legar a nuestros hijos y a las nuevas generaciones.

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