Entre el trabajo y la experiencia

Piero Vargas (Fotográfo)
Arcivo 2005





¿Puedes decirme la hora?, una simple frase para romper el hielo y comenzar la aventura de una tarde de trabajo. Piero Vargas, editor fotográfico del diario “Ojo”, dibuja una sonrisa en su rostro pues hoy no permanecerá en el escritorio de su oficina en EPENSA. Hoy se va de comisión, realizará la portada de una revista de espectáculos, va envolverse con el mundo que le apasiona y que algunas veces lo desquicia. ¿Qué dices, me acompañas?...

Vamos rumbo a la primera locación, Piero tiene que cerciorarse de que sea adecuada para su composición pues para él todos los elementos en juego con su fotografía son igual de importantes, así como sus fotos.

Cada foto que he tomado tiene un valor para mí. Hay una foto que he encontrado, después de mucho tiempo, y le he dado un valor propio muy especial. Fui una noche a tomar fotos al teatro de Pataclaun. Y afuera, junto a unos quioscos grandes de ambulantes había una niña que hacía sus tareas con el televisor prendido y su ropa de colegio y, en la alfombra, junto a ella, había un gato sentado mirándome. Al toque hice la toma, en ese momento me gusto, me pareció una foto curiosa y ahora le he agarrado bastante cariño, aunque la verdad no sé por qué.





Llegamos a un bar escondido en Miraflores que en su tiempo fue muy famoso. A Piero no le convence la locación, no va a permitirle encontrar la sencillez y ese toque cotidiano que esta buscando. Subimos nuevamente a su carro, un vehículo espacioso, nada elegante, un carro “guerrero”, el cual obtuvo gracias al intercambio de su, ahora, ex camioneta último modelo. Este carrito verde lo acompaña a todos lados. A Piero le apasiona su carrera y por ella es capaz de sacrificar muchas cosas.

Lo principal es que te guste este negocio, tienes que enviciarte, te tiene que atrapar y una vez que te atrape solo puedes aprender el oficio, el día a día, cada vez eres más conciente de tus errores y también va a influenciarte la gente que tienes arriba, la gente de experiencia que te da pautas. Los reporteros gráficos deben tener gusto para componer, es toda una mezcla de elementos. Además del ojo fotográfico, esa cuestión natural con la que nacen determinadas personas, yo creo que la experiencia es un punto fundamental para el fotoperiodista. Sin embargo, el problema principal de los jóvenes, y lo digo porque trabajo con muchos, es que se les suben rápidamente las cosas a la cabeza, a veces les falta humildad a pesar de tener talento. Y por eso se te puede ir la foto de tu vida. Y sí se te fue piña, de ahí a que se te vuelva a presentar esa situación, es difícil.

Le informan de una segunda locación, la cual ya conoce, le gusta la idea pero antes de movilizarnos hacía allá realiza una llamada. Frunce el seño, es una peluquería que ya está llena de clientes, no sirve. Piensa rápidamente en una posible locación pues la foto tiene que salir sí o sí y se agota el tiempo. Como él mismo dice pesan más los errores en fotografía que una foto mal tomada.

He cometido muchos errores a lo largo de mi carrera, y todos te enseñana algo. Uno de ellos casi me cuesta el trabajo en EPENSA, y sucedió cuando capturaron a una terrorista, Martha Huatay, pues teníamos el dato de la policía que ella estaba en una casa que parecía un taller de abogados. Tenía que tomarle las fotos a la hora que la sacaran de ahí. Imaginate, estuve sin moverme de ese sitio casi todo el día. Antes trabajábamos con blanco y negro para fotos de páginas interiores y con slides o transparencias para la portada. Yo tenía dos cámaras iguales, una con blanco y negro y otra con slides. Estaba entredormido cuando empezó el movimiento, prendí mi flash, me acerco, tomo tres fotos, a ella la meten al carro y se van, y a la hora de revisar había hecho todas mis tomas en blanco y negro. Cuando llegue al periódico tenía “la foto” pero en blanco y negro; es decir, que no servían para portada, y casi me matan. Más de un día de trabajo sentado en una esquina esperando y, me equivoqué pues.

Felizmente ahora todo es digital, aunque creo que las nuevas generaciones de reporteros gráficos tienen que remontarse a la raíz, se tiene que analizar negativos, temperaturas de color, hacer pruebas, hay que pasar por el cuarto oscuro; es básico porque en el laboratorio uno aprende fotografía de manera tradicional, la búsqueda del encuadre final. La foto periodística nunca es de 35 milímetros, ahora son cuadradas, echadas, hasta en forma de rombos y, si no aprendes a cortarlas, a editarlas, te pierdes, pues tu velocidad de lectura cambia, varían un montón de cosas.

La locación elegida se encuentra en la casa de las modelos, las paredes del dormitorio de las chicas servirán de fondo para las fotos. Piero prepara la iluminación mientras las muchachas se alistan para ser fotografiadas. Una de ellas no esta convencida con el vestuario, prefiere no posar, sin embargo su compañera se encuentra lista. Piero recurre inmediatamente a la psicología, se nota que ha lidiado con este tipo de imprevistos muchas veces.

Para mí en fotoperiodismo todo es válido, aquí por lo menos así es, porque digan lo que digan, el peruano es una persona de piel gruesa, acepta las imágenes crudas, quizá porque hemos vivido el terrorismo. Yo creo que tenemos la capacidad de ver ciertas fotos y no decir ¡ah que horrible!, sino ver lo crudo de una imagen aunque muchas veces sea grotesco y desagradable. La fotografía es simple.

En EPENSA, por ejemplo trabaja “Ojo”, “Aja”, “Correo”, y “El Bocón”, además de editar suplementos, encartes, etc. Tenemos gran variedad de productos desde “Aja” donde las fotos son más provocativas hasta la revista “Mujer” que es de modas, donde se hacen fotos más lights. Cada periódico tiene su editor y su grupo de fotógrafos. Pero prácticamente “Ojo” maneja la mesa de fotografía en EPENSA y el producto es mucho más completo, tiene espectáculos, deportes, política pues en “Ojo” se cubre más áreas, se cubre todo Lima.

Los que somos fotógrafos en EPENSA podemos hacer cualquier foto, aunque dentro de la rama hay fotógrafos que son mejores para retratar modelos, deportes y, aún así eso es relativo. Por ejemplo, creo que ahora soy bueno haciendo modelos pero he tenido épocas haciendo espectáculos, deportes, y me he mantenido dentro del ranking. Claro que ahora, por cuestiones de trabajo, solo salgo una vez por semana a hacer fotos.

Comienzan los disparos de la cámara de Piero, parece que llevara un revolver apuntando directo al blanco. Ningún detalle se le escapa. Y me doy cuenta que en fotografía las comisiones pueden durar todo un día o solo un par de horas. Puedes entablar relaciones muy someramente o íntimamente con tu personaje.

Cuando comencé con portadas trabajábamos en formato 6x6 y unavez me mandaron específicamente a Iquitos para una portada con July Pinedo. Hice las fotos a las 4 de la tarde en un club y mi avión salía a las 7 de la noche. Voy, le hago fotos vestida de Amazona con el río y el paisaje selvático de fondo pero no me encuadraba, empecé a retroceder para encuadrar bien, y en el último pasito me caigo a la piscina y por no mojar la cámara terminó reventándola con el borde, se partió en dos. Tuve que agarrar mi cámara de 35, hacer las fotos velozmente y de ahí al avión. Viajé empapadito, mojado totalmente y así regrese a Lima.



Sin embargo, cuando fui seleccionado con un grupo de reporteros jóvenes de Latinoamérica hace seis años, viajé a varios países de América Latina e hice dos talleres, uno de marginalidad y otro de medio ambiente. Con el primero tuve mucha química con el personaje que escogí, una prostituta colombiana de 44 años y la sufrí porque fueron cinco días en los cuales tenía que hacer fotos de la vida del personaje que escogí. Tuve hartos problemas desde que llegué a Colombia, rebotaba en las calles rogándole a las putas, explicándoles que las fotos no iban a ser publicadas pero me decían ¿cuánto hay?. Y no se puede pagar pues, cómo vas a pagar para hacer unas fotos de realidad. Hubo una prostituta de unos 60 años, una morena de metro noventa que tenía un corte en la cara y usaba una peluca rubia. cuando la vi, dije, esta mujer es mi personaje porque gráficamente lo daba todo, tenía una cara de dolor, de sufrimiento que me iba a dar una historia cruda, fuerte y estuve dos días tratando de convencerla. Así que al día siguiente aparecí en su casa con un pollo, vivía en Sincelejos, un sitio de los más peligrosos en Colombia, como los Barracones del Callao. La mujer se sorprendió y el hijo, que era delincuente, me dio a entender que no salía la foto. Ella me dio las gracias por el pollo pero no quiso retratarse. Les deje el pollo y salí porque el asunto se puso peligroso y por ahí cerca me senté a comer un menú, en una cantina, y me encontré con un pata que me preguntó qué hacía por ahí con una cámara. Le explique y me dijo que ahí vivían un montón de putas. Llamó a una y le contó lo que me había pasado. Le dije que quería retratar su vida diaria, por ejemplo, en su casa, alistándote para salir a trabajar. Ella aceptó. Abordamos un taxi, nos fuimos a su casa, se bañó, hice unas fotos de ella bañándose, cambiándose y al día siguiente tomamos desayuno, hicimos más fotos, fuimos a Internet, le abrí una cuenta de correo y le enseñé como funcionaba. Es decir, nos compenetramos todo el tiempo libre que ella tenía, nos hicimos patas.

La mujer era consumidora de marihuana, fumaba todo el día. Me dejó fotografiarla fumando, armando un “troncho”, metiéndose a unos sitios de lo más marginales. Ahí le tome una foto donde estaba bien arreglada y se metía como a una especie de túnel entre los borrachos dormidos que estaban en el suelo. Tuve suerte para ese trabajo. Y ese trabajo se lo presenté a Gabriel García Marquez, y fue una de mis mejores experiencias, pues le gustaron mucho. El fotoperiodista tiene que tener agallas para hacer sus fotos, perder el miedo a todo.

Piero terminó la sesión de fotos, ahora se dirigirá a su oficina para continuar con su trabajo de selección fotográfica. Con esta experiencia nos damos cuenta que el trabajo de los periodistas puede ser muy gratificante pero también muy duro. Y como él sonriendo nos dice: si quieren entrar a este mundo acostúmbrense a almorzar y a cenar muy pero muy tarde.





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